lunes, 17 de octubre de 2016

LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA - 2º DE ESO - 19/10/16

TÉCNICA E2
TEXTO:


Después de separar unas cuantas ramas, apareció, a diez metros, el simio más grande que había visto nunca. Estaba tranquilamente comiendo unas frutas rojas que tenía cerca de un árbol con mucho follaje.
Kosasi estaba solo, no había nadie a su alrededor. Martín ya sabía que los machos adultos acostumbran a estar solos. Los otros orangutanes los evitan. ¿Por miedo? ¿Por respeto? Lo tendría que preguntar a su tía.
Unos cuantos metros más allá había una madre y un hijito orangutanes mucho más pequeños, que también comían fruta y hojas de un mismo árbol.
Martín acabó el carrete haciendo fotos a la pareja, y sobre todo a Kosasi, que ni se inmutaba ante la presencia de Martín. Incluso parecía que se colocaba bien para salir favorecido en las fotos.
Haciendo caso omiso de lo que le habían dicho, Martín se acercó a la madre orangután, y a la hembra no se le ocurrió otra cosa que tirarle ramas y ramitas y todo lo que tenía a su alcance, al mismo tiempo que hacía unos ruidos con la boca como si diera besos, quizá para proteger a su hijito.
Más tarde le explicaron que aquella era una reacción normal, la de tirar ramas y palitos, cuando el orangután se siente acorralado y tiene miedo. Y también le explicaron que los ruidos que emitían, parecidos a los besos, se llamaban kiss-squeaks, pero Martín en aquel momento no lo sabía y su reacción fue huir, pensando que la orangutana le quería hacer daño.
En su huida, Martín se enredó con unos arbustos de la selva y se cayó y, al levantar la cabeza, estando estirado plano en el suelo, entrevió frente a él una serpiente que se le acercaba lentamente, haciendo zigzag entre la hojarasca, de manera que aparecía y desaparecía emitiendo un silbido espantoso.
Martín no podía moverse de miedo y no le salía ningún grito, ni fuerte ni flojo. Cuando ya tenía la bestia a tres palmos, un manotazo fortísimo lanzó la temida serpiente muy lejos, haciéndola volar por los aires como si se tratara de un pájaro.
¿Qué había pasado, quién lo había hecho? Martín levantó la cabeza, que hasta ahora tenía entre las manos, mirando al suelo, y vio una figura imponente, gran- de y pesada delante de él. Era Kosasi, el rey de la selva, que lo miró durante unos segundos y desapareció por entre los árboles.
Martín no podría nunca olvidar lo que sintió en aquellos momentos, cuando el orangután, sin perder la digna postura de rey, lo miró con cara de ternura, como a un hijo a quien acabara de sacar de un mal paso.
Pilar Garriga, Un verano en Borneo, Anaya 

No hay comentarios:

Publicar un comentario